jueves, 10 de julio de 2008

El Partido de Ajedrez


Cuento escuchado a Francois Vallaeys.

Sangre, guerra, miseria, gritos. Sangre, guerra, miseria, gritos. Sangre, guerra, miseria, gritos.


Basta! Basta! Basta!, se dijo un guerrero cansado de tantas guerras en su vida, tanta sangre en sus manos, tanta miseria. Así que abandonó sus armas por un rincón del camino; su cuchillo, sus flechas, su arco, su espada, su metralleta, su bazuca, su misil nuclear, y se fue solo en busca de la paz, en busca de la tranquilidad, en busca de la sabiduría.


Y llegó a un pueblo donde le dijeron que en la selva de al lado había un viejo sabio que enseñaba el arte de la paz a quien quería escuchar.


Así que el guerrero se fue a la selva y llegó a un lugar extraño. Había una choza muy humilde hecha de hojas secas, de ramitas, pero salía una luz extraordinaria de ella y, cuando el viejo sabio salió de la choza, el guerrero pudo averiguar de dónde venía la luz: irradiaba del mismo rostro del viejo sabio que tenía una risa impávida, serena.


El viejo sabio se acercó y le dijo al guerrero: ¿Para qué has venido? Y el guerrero le contó su pasado de guerra, de sangre, de miseria.... Que él quería encontrar la paz.


Entonces, durante tres días y tres noches, el viejo sabio le enseñó el arte de la respiración, el arte de la concentración, el arte de prestar atención, el arte de la meditación, el arte de ver en cada cosa algo lindo, el arte de perderse a la orilla del mar y decir sí a la vida, el arte de escuchar crecer la savia en las hojas de los árboles sabios o el arte de vivir sencillamente.


Y después de tres días y de tres noches, el guerrero se fue feliz para aplicar las enseñanzas del viejo sabio diciéndose: “Voy a encontrar la paz”. Pero cada vez que trataba de aplicar las enseñanzas del viejo sabio, volvía la guerra, la sangre, la miseria, las pesadillas. Su pasado no podía liberarse de su pasado: ¿cómo encontrar la paz después de tanta violencia?


El guerrero no tenía respuesta a esa pregunta. Entonces se fue nuevamente a ver al viejo sabio y le dijo: “Maestro, perdóname, no pude encontrar la paz. Enséñeme más, por favor”.


Y durante tres días y tres noches el viejo sabio le enseñó el arte de la respiración, el arte de borrar las apariencias para mirar la verdadera esencia del mundo.


Una esencia lúcida como la música de Mozart, como la música de Mozart...


Y después de tres días y de tres noches, el guerrero se fue feliz a su casa. Se dijo: “Ahora sí entendí, voy a encontrar la paz”.


Pero cada vez que trataba de aplicar las enseñanzas, volvía la sangre, la guerra, las pesadillas, los gritos de las mujeres. No podía liberase de su pasado. Pero esta vez empezó a sospechar que este viejo sabio no tenía buenos ejercicios y que no era más que un payaso. Así que volvió nuevamente a verlo pero esta vez con otra actitud: “¡Oye, viejo sabio, tú me has engañado, eres un fracaso, eres un payaso, me has hecho perder mi tiempo, me has hecho perder mi tiempo!” El viejo sabio tranquilo y sereno dijo: “Bueeeeno, vamos a ver un último intento: ¿sabes jugar ajedrez?”


“Por supuesto que sé jugar ajedrez, soy un excelente jugador”.


“Muy bien, muy bien, vamos a jugar un partido tú y yo pero bajo una condición: Aquel que gana corta la cabeza del otro con esa espada que ves aquí. ¿Estás de acuerdo?”


“Esteeee, ¡ sí, sí! Ya, ¡juguemos!”


Y se pusieron a jugar los dos bajo la sombra de un árbol afuera y, después de cinco minutos, el viejo sabio había construido una estrategia muy buena. Se había apoderado del centro y digamos que el guerrero se encontraba en una posición incómoda. Después del cuarto de hora, el guerrero había perdido un alfil, una torre y un caballo. Después de media hora ¡había perdido su reina! Y ¡su rey se encontraba en una posición critica! Empezó a temblar, veía la mano de la muerte acercarse de su cuello arrancarle la cabeza; veía su cabeza rodar por el piso (pututu pututu pututu). Miró la espada: “Ay, parece muy buena esa espada”. Miraba al viejo sabio y el viejo sabio tranquilito, reflexionando, tal como Kasparov, sereno...

“Ay, ese viejo sabio no va a tener ningún reparo en matarme. ¡No! Tengo que salvar mi vida, tengo..., tengo...., tengo que ponerme tranquilo sobre todo”.


Entonces, el guerrero se puso a respirar como el viejo sabio le había enseñado y, respirando, encontró la clama. Nuevamente se abrió, encontró la lucidez, encontró cómo proteger a su rey, organizar una buena defensa y luego contraatacar; y, después de una hora de juego, le había robado un alfil, una torre y un caballo; y, después de dos horas ¡le había robado su reina! Y después de tres horas de juego, la falla en el juego del viejo sabio. “Ahora sí”, se dijo el guerrero: “Pongo mi torre acá y es jaque mate. Jajaja, te voy a matar viejo payaso”. Agarró la torre, la levantó y en ese mismo instante, ¡SHUA!: sintió un nuevo sentimiento invadir su ser, un sentimiento que no conocía. Se dijo: “¿Pero por qué voy a matar a ese viejo sabio? Él ha hecho tanto por mí; soy un bruto que no entiende nada”.


Así que devolvió la torre a su lugar de origen y empujó un peón cualquiera. En ese mismo instante PLOP, PLOP, votó todo el juego y le dijo: “¡Ya ves, entendiste! Primero hay que vencer el miedo y luego puede venir el amor”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno gracias por publicar este cuento a las personas que tenemos la capacidad de comprar un cd de francois o no sabemos donde conseguirlo es muy bueno el cuento nuvamente gracias