jueves, 10 de julio de 2008

Cuento de los Sapos en el Estanque


Este cuento se lo escuche a Javier Echevarria, en las presentaciones que hizo junto a Francois, el año 2004.

Somos los sapos del pozo, protegidos por muros bien grandes. Comemos bichos sabrosos; somos tranquilos y nadamos bastante. Pero somos temerosos del balde de los gigantes, del balde de los gigantes... (canción)

Una comarca de sapos vivía en un pozo protegido por estos muros grandes y tenían todo el alimento que querían. Nadaban tranquilos en el agua, y no pasaba nada, y siempre estaban muy protegidos, muy felices. Pero todos los días al amanecer, cuando aparecían los primeros rayos de sol arriba del pozo, aparecía un gigante que tiraba un balde sobre el pozo que había descerebrado a varios sapos. Y con el tiempo, preocupados, habían creado estrategias para poder evitar ese balde. Se había creado la “defensa civil” de los sapos: habían puesto salidas de emergencia, de escape, y habían hecho todo un sistema para evitar aquel gran peligro y lo habían logrado.


Entonces, con el tiempo, los sapos se reclinaban en las paredes o se hundían en el fondo y aguantaban la respiración y, cuando desaparecía el balde, tenían una vida tranquila, feliz, con alimento y protegidos. No pasaba nada.


Esta es la historia de Tarú, un sapito que tenía un brillo en la mirada, ese brillo del que siempre quiere ver mas allá de las paredes y del que siempre gana en las competencias pero no porque quiera ganar sino porque quiere salir más lejos de lo que es. Todo le quedaba chico.


Además, él siempre organizaba las competencias porque se aburría un poco en el pozo y siempre quería crear nuevos juegos, nuevas diversiones. Su cuerpo tenía toda una musculatura, esa musculatura que reflejaba la vitalidad contenida del que ya quiere ser y salir.


A su lado tenía a su amigo Viná, un sapito flacuchento, con los ojos saltones, todo flaco, cuyo cuerpo reflejaba sus ganas de llenarse. Quería aprender más y admiraba a Tarú. Era su héroe, siempre quería ser como él, quería saltar como el, quería hacer lo mismo que Tarú hacia.


Y como siempre también, porque siempre hay estas amistades, había un tercer amigo, envidioso, un sapo regordete, con la cara toda aplastada, Olaf, que le tenía envidia a Tarú y cuya gordura reflejaba como una existencia en reposo. Le fastidiaba que Tarú siempre le ganara en las competencias, que siempre saltara más alto, que siempre llegara más lejos y que, encima, tuviera un fan. ¡No podía ser!


Ese día, estaban justamente jugando a los saltos en el pozo a ver quién saltaba más alto y más lejos. De pronto aparece la mano de un gigante que suelta algo que cae en el medio de ellos. Ellos salen asustados porque no sabían qué cosa había caído y, de pronto, sale un sapo viejo, medio atontado por el golpe.


Nunca habían visto un extranjero, nunca habían visto un intruso; entonces, muy preocupado, Tarú le dice:


-“¿Tú quién eres? ¿De dónde vienes?
Y el sapo viejo, tratando de darse cuenta donde estaba, le dice:
-“Yo soy un sapo del océano”.
-“¿Océano? Qué es el océano?”
Tarú nunca había escuchado esa palabra
-“¿Qué es el océano? ¿Cómo es el océano?”
Entonces, el sapo viejo vio el pozo y dijo:
-“Es un poco difícil medirlo en este lugar”
-“¡A ver! A mí se me ha ocurrido algo”- dijo Viná para que Tarú viera que el tenía buenas ideas. Se pone justamente en el extremo del pozo y da un salto, el salto más alto que podía y llega casi hasta la mitad del pozo y le dice:
-“¿Es tan grande como esto?”
-“No, es mucho mas grande”.
-“A ver- dice Olaf – Fuera flacuchento! Yo te voy a enseñar!”-
Se pone en un costado, aguanta la respiración para levantar toda su humanidad, y levanta un salto mucho más alto y llega hasta tres cuartos del pozo y le dice:
-“¿Es tan grande como esto?”-
-“No, es mucho mas grande”.-


Tarú, que había estado escuchando embelesado esta historia del sapo viejo, estaba en un extremo del pozo y sin darse cuenta, de pronto, da un salto, un brinco muy alto y llega hasta el otro extremo del pozo y le dice:


-“¿Es tan grande como esto?”-
-“No, es infinitamente mas grande”.-
-“Mentiroso!- le gritó Olaf – ¡No hay nada más grande que este pozo! ¡Policía!”
Y vinieron todos los sapos policías de la comarca y se pusieron alrededor a hacerle un enjuiciamiento popular.
-“A ver, qué cosa hacemos, tenemos que juzgar a este intruso, ¡este extranjero! ¡Traigan su jurisprudencia!”


Pero tenían un gran problema porque las leyes siempre se basaban en quién roba el bicho ajeno, o quién invade el ladrillo del otro. Pero al traer este tipo de idea no sabían qué hacer. Entonces, van a la libre interpretación para ver el significado pero, de pronto, ellos no sabían que el sapo viejo estaba enfermo de nostalgia y murió.


Perfecto. Lo agarraron y lo enterraron en el cementerio de sapos. No había pasado nada. Siguieron viviendo tranquilos pero la palabra océano se volvió una palabra prohibida: nunca más tenía que ser mencionada y podrían seguir viviendo tranquilos.


Pasaron semanas, pero a Tarú le quedó aquí la idea. Pensaba en el océano, hasta que un día se atreve y le dice a Viná, su amigo:
-“¿Viná, no te provoca conocer el océano?”


Viná, asustado, mira a los costados, porque esa palabra estaba prohibida.
-“He estado pensando y qué te parece si al día siguiente, al amanecer, cuando caiga el balde del gigante, saltamos dentro y nos vamos arriba, ¿a ver qué pasa?”-
En ese momento Olaf, que estaba escuchando detrás del ladrillo, los acuso y dijo:
-“¡Policía! ¡Policía!”


Y vino toda la comarca. De nuevo el enjuiciamiento y todos ahí, en círculo, le dijeron:
-“¡Tarú! Sabemos cuáles son tus planes y eso está prohibido. ¡Y la ley hay que respetarla! Y eso es muy peligroso. Te puede pasar algo. Si tú sales vas a producir un estremecimiento en toda la comarca y todas las cosas van a cambiar. ¡Eso no se puede hacer! Así que, Tarú, vas a tener graves consecuencias, graves castigos, si tú haces una cosa así. ¡Nunca más vuelvas a mencionarlo! ¡Y se acabo! ¡Punto final!”


Todos se fueron a sus ladrillos. Pasaron las semanas y Tarú se quedó aquí con la idea y un día, al amanecer, cuando el gigante tira su balde, Tarú salta adentro y el gigante se lo lleva.
Viná salió:
-“¡Tarú, amigo! No te vayas! No te vayas!”
Y salió toda la comarca.
-“’Tarú, eso que has hecho esta muy mal! ¡Vas a recibir un fuerte castigo! ¡Vas a ser desterrado! ¡Este lugar ya no es tu patria! ¡Ya no es tu hogar! ¡Nunca mas podrás volver!”-
-“¡Pero no es suficiente! Tenemos que hacer algo mucho más grave. Hay que borrar su nombre de las partidas de nacimiento, cosa que nunca existió”.-


A su papá y a su mamá les dijeron:
-“¡Ya no tienen hijo! ¡Olvídense!”


Y siguieron viviendo tranquilos y para que nunca más se hable del asunto eliminaron todo recuerdo, todo vestigio de Tarú y siguieron los meses cantando siempre su himno; pero el himno había cambiado porque una cosa es cantarlo para recordar lo que eres y otra muy diferente para olvidar lo que sabes.


La fuerza inicial se convierte en esfuerzo y cada vez el esfuerzo crecía. Ellos no se daban cuenta, pero igual cantaban:

“Somos los sapos del pozo, protegidos por muros bien grandes. Comemos bichos sabrosos. Tranquilos nadamos bastante. Pero somos temerosos del balde de los gigantes.

Y al terminar se asoma Tarú de arriba del pozo y les dice:
-“¡Gente! ¡Aquí estoy!”
Todos voltean.
-“¡Tarú! ¡No te atrevas a saltar! ¡Este lugar ya no te pertenece! Si te fuiste, te largas y nunca más podrás volver. No vuelvas a saltar. ¡No te atrevas a saltar!”-
-“¡Pero si no quiero saltar! Yo venía a decirles que es verdad, que el océano existe, y es verdad, es infinitamente grande. Por más que lo mires no puedes ver los límites”.-


La mirada de Tarú había cambiado porque había adquirido una serenidad , la serenidad de quien conoce la eternidad.
-“Y no solamente eso –les dice- Aquí hay todos los alimentos que se puedan imaginar, todos los bichos, de todos los colores y de todos los sabores, y no solamente eso”.-


Y en eso se asoma una sapa, su esposa, y siete sapitos.
-“¡Hola! ¿Esta era tu casa, papá?”-
-Sí. Aquí arriba hay sapos como nosotros. Yo venía a decirles que salten en ese balde, que ese gran peligro en realidad era una gran oportunidad. No tengan miedo y vengan conmigo”.-
-“¡No te creemos, Tarú! ¡Lárgate y no vuelvas más!”-


Tarú se fue con su sapa y sus siete sapitos.


Al día siguiente, cuando el gigante tira su balde, de pronto, detrás de un ladrillo aparece Viná, asustado, pero creyendo en la palabra de su amigo. Salta dentro y el gigante se lo lleva.


Los demás prefirieron seguir viviendo en un pozo.


Y tú, en el pozo de tu alma, cada día al amanecer también tienes un balde de gigante que baja.No tengas miedo, agárrate fuerte de él y sube.

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